NUESTRA SEÑORA DE LA SANGRE, MADONNA DEL SANGUE


Rubén Cedeño
Libro «María»
Ascona 26.12.2018
Viajábamos de Ginebra a Ascona y no supimos en que momento nos equivocamos de carretera, como si una inteligencia superior nos hubiera cambiado el rumbo. Subíamos incesantemente por una carretera que se angostaba cada vez mas, en que solo un auto a la vez podía circular. Llego un momento que todo el estrecho camino se fue cubriendo de nieve hasta tal punto que solo veíamos nada mas que blanco a nivel del piso y las montañas además de un azul cielo prístino arriba, donde ni una nube se asomaba. Todo era una delicia, tanto, que apetecía a cada momento detenerse a tomas fotos. Así avanzábamos por los Alpes escuchando “El Invierno”, concierto para violín y orquesta de “Las Cuatro Estaciones” de Antonio Vivaldi, que hacia juego perfecto con el paisaje que nos rodeaba. Inmensos riscos nevados contendían unos con otros por ofrecernos su mas inalcanzable altura y perlados trajes de impoluta blancura que la nieve les regalaba. Amen de todo el deleite que nos brindaba el trayecto, en un momento dije en voz alta que era imposible que en una país de primer mundo como Suiza existiera una carretera tan angosta y dificultosa uniendo dos ciudades tan importantes.
Ya descendiendo un poco de las altas cumbres, de repente en una de las curvas del tortuoso camino, sorpresivamente apareció una inmensa basílica neo-bizantina de colosales y numerosas cúpulas. Era inconcebible que en tan agreste lugar hubiese semejante construcción. De inmediato le exprese al que manejaba que se detuviera porque allí había algo importante. No sabia conscientemente que era, pero presentía algo importante. Al apenas frenar el auto, me lance al pavimento presuroso por entrar al templo y descifrar el misterio de tan soberano hallazgo. Al penetrar a la basílica, me sorprendí de la fuerza interna que desprendía el templo. Al caminar por la nave central de repente me vi parado frente al altar mayor. Un sobre cargado altar barroco de diferentes tipos de mármoles, adornado con primorosas y frescas flores de navidad con sus flores muy rojas derrochando su esplendor. En medio de todo estaba como reina indiscutible del lugar, y foco principal de devoción, el fresco de “Nuestra Señora de la Sangre”, una “virgen Galactotrofusa”, amamantando a su Divino Niño, y llevando en su mano derecha tres flores, símbolo de los tres aspectos primordiales de Dios. Sus facciones eran inocentes, de hermosa ingenuidad. Ambos, Madre e Hijo exponían facciones extraordinariamente dulces, todo el conjunto era de suaves tonos preponderantemente pasteles y muy delicados, que de verlos la primera vez invitaban a una profunda devoción. Al pie del fresco se leí una inscripción en latín que decía una extraordinaria verdad que encierra uno de los grandes misterios de la creación: “Igremio Matris sedet sapientia patris”, o que es lo mismo: “En el vientre de la Madre se encuentra la Sabiduría del Padre”.
Hacia muchos años la imagen de “Nuestra Señora de la Sangre” estaba en la fachada de la antigua iglesia y señor de la comarca llamado “Il Zuccone” enfurecido por haber perdido en el juego lanzo una piedra contra la imagen, hiriéndola en la frente y cual fuese humana mortal, comenzó a manar una copiosa cantidad de sangre por la herida y así estuvo por espacio de veinte días, mientras la gente con telas diferentes la secaban. Esa sangre era milagrosa, sano miles de personas, resolvió infinidad de problemas, los milagros se propagaron por doquier.
Mi persona quería ver la sangre de la Virgen, y un sacerdote que incansablemente rezaba mirando a la virgen caminando de un lado al otro del templo, le exprese mi deseo. Me dijo que me esperara. El padre diligentemente fue a la sacristía a buscar la llave del sagrario que estaba detrás del altar de la virgen. Devotamente lo abrió encendiendo la luz interna de tan venerable lugar y allí en una custodia estaba una ampolla de cristal con la tela empapada en sangre de la virgen, que lleva siglos sin secarse desde el año 1494. Al lado de la antigua iglesia construyeron ya en pleno siglo veinte una soberbia basílica neo-bizantina, que es todo un dechado de esplendores. En sus paredes expone no menos de trescientas pinturas de exvotos sobre lienzos, maderas, y otros materiales, que son toda una delicia contemplarlos. En la fachada de la basílica neo-bizantina se contempla un hermoso mosaico del milagro de la sangre de la Madre.
Impresionados y lamentando dejar el sitio tuvimos que seguir viaje a destino, porque oscurecía vertiginosamente, como sucede siempre en invierno. Finalmente llegamos a Ascona. Al día siguiente, de regreso a Ginebra hicimos el recorrido por una moderna y rápida autopista, incluso pasando el túnel de San Gotardo que es el túnel ferroviario mas largo y profundo del mundo, asunto que hizo el trayecto corto, cómodo, sin alturas, riscos, nieve ni pasos estrechos como de venida. Analizando el porque habíamos llegado a los pies de la “Madonna del Sangue” estábamos en ese lugar, me di cuenta que todo el asunto de haber perdido el camino hacia Ascona era una artimaña de la Madre María para traernos a su templo, que hasta entonces me era desconocido como para tanta gente y pasando por allí podía escribir una articulo y grabar un video que Fernando siempre me hace el favor de realizarlo con mucho gusto. Había sido Ella, la Madre María, quien hábilmente cuando veníamos. nos había hecho desviar el auto para que conociéramos y diéramos a conocer allende sus fronteras, su advocación de “ Nuestra Señora de la Sangre”. 

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