JUANA DE ARCO EN LA HOGUERA


Rubén Cedeño
Ruan-Francia 15.12.18
Libro: “Santos”
Al llegar a Orleans y buscar los lugares donde vivió Juana de Arco, no encontré nada, sólo una estatua en el centro de la ciudad y su casa, que no lo es, porque es una reconstrucción de la antigua. ¿Dónde estaba Juana de Arco?. Cenizas…, Vacío… Su cuerpo se llenó de “Aquello” y en Ella obró maravillas. El Templo era Juana de Arco, “Aquello Divino” que la ocupaba se liberó en el fuego de la hoguera y se esparció por todas partes.
Cuando apenas puse el pie en Ruan, donde Juana de Arco fue juzgada e incinerada viva, un gran dolor se apoderó de mi interior. Todo me comenzó a molestar, que me hablaran, que me miraran, y como a propósito, por las calles la gente me detenía pregúntame direcciones, como si fuera nativo de allí. Sentía las mismas molestias que Juana de Arco al ser interrogada tantas veces durante incontables ocasiones en interminables meses. Comencé a deambular solo por las calles de Ruan, sin guía, sin consejo, sin voces, así como llegó aquí Juana de Arco, cuando ya no escuchaba a los ángeles hablarle. De esta manera alcancé la torre donde Juana de Arco estuvo encerrada presa durante sus terribles e injustos interrogatorios. No sé si se puede sentir exactamente el dolor de otro, pero me parecía percibir toda la angustia, injusticia y torturas a la que fue sometida la ahora indefensa “Doncella de Orleans”. Sin saber a donde me dirigía tomé rumbo al “Viejo Mercado”, donde en medio de toda la población, Juana de Arco subyugada, y avergonzada fue sometida a la peor de las humillaciones que puede ser reducida una persona que oye la “Voz en el Silencio del Corazón de Dios” y es quemada vivía como la peor de las brujas. Allí sola, desestimada, y doliente estaba la cruz gigante que marcaba el lugar exacto donde ardió la pira que con terribles dolores abrasó lentamente, las piernas, el vientre, los brazos, los senos y la cara de Juna de Arco. Mi persona sentía a Juana de Arco, me punzaba, la sufría. “La ópera es siempre más intensa que la misma realidad de la vida”. Por eso acordarme de los trece minutos que dura la escena final del oratorio dramático “Jeanne d’ Arc u Bûcher” o “Juana de Arco en la Hoguera” del gran compositor frases Arthur Honegger, tan expresivo, dramático y realista, me hacía sentir mas viva en mi a la santa, sus llamas, su santidad y sus voces celestiales. ¿Trance? ¿Polarización? ¿Condicionamiento? ¿Sugestión? No sé, tal vez sí, me importaba un bledo. Percibía, lamentaba y al mismo tiempo advertía la fuerza, el espíritu de tan valiente mujer, que se erguía por encima de las llamas vestida con su armadura metálica de guerra, con espada y estandarte en manos, dispuesta a vencer, en esta ocasión sobre su propio dolor, su inmolación, su aparente fracaso o glorificación, como debemos hacer todos. No menos impactante era para mi recordar la fuerza de las arias de la ópera “Giovanna d’ Arco” de Verdi, que me hacía sentir màs vehementemente ese momento tan trascendente para ella. Con la misma intensidad sentía las bellas y acariciadoras melodías de Tchaikovsky en su hermosa ópera “La Doncella de Orleans”.
El mismo mercado, que en otrora época existía cuando aquí fue quemada viva Juana de Arco, todavía seguía estando, en el mismo sitio, con sus mismos olores a pescado, verduras, frutas, acompañado del escándalo, impavidez e insensibilidad de la gente caminando como si nada pasara. Mientras que allí, por donde mismo deambulaban esos viandantes estaba la más terrible memoria de una de las muertes ocasionadas a una mujer, solamente comparable a la de la Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz.
Conmovido por toda esta disipación de sentimientos me dirigí hacia la iglesia de techos negros en forma de múltiples y caprichosas llamas que está sobre, y al mismo tiempo debajo del mercado y la cruz de la inmolación de Juana de Arco, que es una obra de memorable arquitectura moderna. Allí la distribución, asimétrica de los espacios, como si fueran llamas, la profusión de inmensos y coloridos vitrales, me hicieron volver a la vida, llenarme de esperanzas para seguir luchando, conquistando, peleando y no dejarme vencer ni por el mal, ni las contrariedades y resucitar victorioso como Santa Juana de Arco.
Selfie: Rubén Cedeño en el lugar donde fue quemada viva Juana de Arco. 

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